(Unos pensamientos especialmente para mis consiervos en el ministerio.)
Hace ocho año, comencé un estudios de la predicación en el Nuevo Testamento. Mi misión fue a llegar a un entendimiento sobre el contenido de esos sermones primitivos—los sermones y enseñanzas de los discípulos en los Hechos de los Apóstales.
Primeramente, si los sermones y enseñanzas anotadas en el Nuevo Testamento son recordados precisamente, ninguno de los sermones duraba más que 12 minutos (refiere al Sermón del Monte…si está leído lentamente.) También, veremos una falta de PowerPoint, de bosquejo por boletín, ni unas luces de color y música electrónica (no en que estos son cosas malas…solo obviamente no necesario). Y, otra cosas que notaríamos es la variedad de respuestas de la gente a los sermones/las enseñanzas—muchas veces, hay respuestas apasionadas…en otros momentos, una falta de respuesta.
Quizás, la realización más importante que descubrí durante este estudio de las predicaciones/enseñanzas de Pedro, Felipe, Esteban y Pablo es que sus predicaciones siempre…SIEMPRE…son respuestas a la situación ante de ellos. La predicación en el libro de los Hechos de los Apósteles es un acto de responder.
¿Y hoy en día? ¿Todavía la predicación es un acto de responder? ¿Enseñamos y predicamos en una forma que responde a lo que está pasando en la vida de la comunidad o en la vida de la iglesia? ¿O, reducimos la predicación a un ejercicio académico de la exposición teológica o literaria? ¿Ha sido transformado la predicación en una representación dramático o literario?
Antes de tomar otro paso, quiero afirmar que la buena predicación expositora o enseñanza dramática pueden ser formas de predicación excelente y apropiada. El clave es hacer de nuestra enseñanza y predicación una actividad responsiva. Si estamos predicando y enseñando como una respuesta a las preguntas y los eventos alrededor, la gente sí responderá sin usar de nuestro parte una forma de engaño. Si no predicamos como una respuesta, en lo mejor estamos levantando buenas preguntas que la gente todavía no ha pensado en preguntar, y en lo peor estamos dando respuestas a preguntas que nadie está levantando y que importa nada.
Por unos de los eventos más trágicos de nuestros tiempos—“9/11”, los tsunamis de 2004 y 2011, el terremoto de 2010 en Haití, Huracán Sandy, la tragedia de la Escuela Primaria Sandy Hooke, y más—hemos tenido muchas oportunidades para responder con predicación y enseñanzas significadas que muestran bien como nosotros como Cristianos, como seguidores de Jesucristo, podemos vivir a través tiempos así y cómo podemos ministrar a un mundo que no entiende por qué cosas así pasen. En una misma manera, podemos enseñar y predicar en respuesta a todas las cosas que impactan nuestras vidas y comunidades. Podemos mostrar a la Iglesia como las Escrituras proveen un camino para cada uno de nosotros—¡no siempre un camino fácil!—para pasar a través de las dificultades, celebraciones, luchas y victorias de la vida…y hacerlo mientras mantenemos nuestro vida de fe.
Mi esperanza es que cada uno de nosotros que este en pie en el pulpito o aula somos consciente de lo que está pasando en nuestro mundo, en nuestras comunidades, en nuestras iglesias que nuestra predicación da respuesta, responde, a las necesidades, las dudas y las preocupaciones en los corazones y en las vidas de la gente. Amen
~Jon~