Sunday, March 13, 2011

La Importancia de los Sacramentos

Hoy en día, algunas iglesias evitan la ministración de los sacramentos u ordenanzas –entendiendo por ello la celebración/práctica, de por lo menos, el bautismo y la cena del Señor-. Mi propósito aquí no es discutir la diferencia entre ‘sacramento’ y ‘ordenanza’, sino más bien hacer un repaso para comprender su relevancia.

La Iglesia Católica Romana reconoce siete sacramentos y su importancia es conocida por toda su membrecía. En la Iglesia Protestante o Evangélica, los dos mencionados anteriormente son practicados/observados por la mayoría, pero con significados o importancia variados.  En las Iglesias más tradicionales (Anglicana, Episcopal, Luterana, Presbiteriana, Metodista), la práctica y observancia de los sacramentos se da con más regularidad o frecuencia —muchas de estas iglesias celebran la Cena del Señor o la Santa Comunión el primer domingo de cada mes, o más frecuentemente, y el bautismo cuando es posible— y en la mayoría de estas tradiciones, suscribiendo al entendimiento del “bautismo de pacto”.  Otras Iglesias, más en la línea de las separatistas (Bautista, Menonita) o en la corriente de los grupos disidentes (Asambleas de Dios, Nazarenos, independientes, etcétera) celebran u observan las ordenanzas con menos regularidad—la Cena del Señor una vez por cuarto del año, el bautismo un poco más frecuente si es necesario, siguiendo ellos más al entendimiento del “bautismo de creyentes”.

¿Por qué es importante que practiquemos los sacramentos/ordenanzas?
Primeramente, debemos entender el significado de “sacramento”.  Los sacramentos son expresiones externas y visibles de realidades internas y espirituales.  Éstos son elementos tangibles de la gracia misteriosa, intangible de Dios.  Con este entendimiento general en mente, podemos seguir adelante.

El bautismo
Después de la Reforma en el Siglo XVI, había una fragmentación o división en el entendimiento del bautismo.  Anteriormente, la Iglesia occidental creía que el bautismo erradica tanto el pecado original como los pecados veniales… infunde gracia santificadora. Básicamente, antes de la Reforma, la Iglesia aceptó el bautismo como algo necesario para la salvación. Los Reformadores, en su deseo de regresar a una fe y práctica “Bíblica,” no pudieron encontrar suficiente evidencia apoyando ésta perspectiva en la Biblia.  Por lo menos, Jesucristo prometió al ladrón en la cruz: - “hoy estarás conmigo en el Paraíso…”-  y esto ¡sin su bautismo!  Entonces, de una vez para siempre, se borró la idea de que el bautismo funciona en una manera salvífica.  En vez de ello, actualmente, consideramos que el bautismo es un acto que los cristianos llevan a cabo como una señal externa y visible de un cambio interno y espiritual.

Actualmente, algunas tradiciones reconocen que el bautismo continua el pacto hecho a Abraham y su simiente (Gen.17:7) y remplaza la circuncisión (Hch 2:39; Ro 4:13-18; Gá 3:13-18; Col 2:11-12).  Por eso se practica el bautismo de niños, adolescentes y adultos de todas edades.  Pues reconocen que en el bautismo, Dios está obrando en nosotros sin tomar en cuenta la edad de la persona.  Esta perspectiva bautismal se llama “bautismo de pacto.”  La manera o forma de bautismo puede ser aspersión, rociamiento/derramación o inmersión.  La forma o manera no importa tanto, lo relevante es la gracia de Dios obrando en nosotros por medio del sacramento.

Por su parte, otros grupos practican lo que se llama “bautismo de creyente,” y ellos solo bautizan a quienes profesan a Cristo como salvador. Claro, hay mucha evidencia de esta práctica en el Nuevo Testamento en que todos de los creyentes nuevos eran adultos. Es solamente en la segunda generación que encontramos padres judíos, creyentes, con una expectativa de ‘algo’ para sus niños. Y, ya tenemos esta tensión entre cristianos. Pero, debemos recordar que el bautismo no es salvífico; sino poderosamente simbólico.

La Santa Comunión - La Cena del Señor
También, durante la Reforma surgieron cuestiones acerca de la Comunión/Cena del Señor—su significado y su práctica. Antes de la Reforma, la Iglesia Occidental creía que algo casi mágico pasaba en la Cena del Señor… que había una transformación de los elementos en sí mismos por la bendición del sacerdote.  En efecto, ellos creyeron que el pan y la copa se transformaban, convirtiéndose en Cristo mismo—el pan en Su carne y la copa (el vino) en Su sangre.  Entonces, al recibir el pan y la copa significaba comer y tomar literalmente el cuerpo y la sangre de Cristo.

Cuando los Reformadores no pudieron encontrar evidencia de esta transformación (“transubstanciación”) en las Escrituras, rechazaron ésta interpretación.  Muchos cristianos, hoy en día, creen que la Cena del Señor es una conmemoración de la muerte de Cristo, que imparte la gracia de Dios. La Cena brinda alimento espiritual y lo trae a uno más cerca de la presencia de Cristo.  En mi propia tradición, practicamos lo que se llama “comunión abierta”… y esto al máximo!  Creemos que cualquier persona que quiere recibir la Comunión, la Cena, puede acercarse a la mesa, que la mesa pertenece a Cristo y no a la Iglesia (o la iglesia).  Aun el predicador y evangelista John Wesley comentó y relató sobre personas que vinieron a la mesa y por recibir la Cena llegaron a Cristo por fe.  En otras palabras, Dios utilizó la Comunión como medida de gracia para tocar las vidas de la gente.

La forma de administrarlo es variada—unas comuniones reparten panecitos/galletas saladas y vasitos/copitas de jugo de uva; otras comparten un pan común y copa común; en algunos escenarios, la gente se queda en sus lugares y los elementos son repartidos por servidores, en otros, la gente se acercan al altar para recibir los elementos de los servidores.  Cada familia de fe decide la forma mejor para su situación. Aunque hay mucha tradición involucrada, ésta realmente surgió por una cuestión de conveniencia.

La Importancia
Pero queda todavía la pregunta del principio: ¿por qué es importante?  ¿Por qué debemos practicar los sacramentos/las ordenanzas en la Iglesia?

Primeramente, la práctica de estos actos (los dos, por lo menos) es algo que ha sido parte de la vida de la gente cristiana desde el principio de la Iglesia.  Jesucristo nuestro Salvador, nuestro Maestro, nuestro Ejemplo nos dio y nos encomendó el Bautismo y la Cena.  Reconocer y practicar estos actos o prácticas simplemente es algo que los cristianos hacen.  Punto.

Segundo, los sacramentos/las ordenanzas y sus prácticas son elementos muy, pero muy educativos.  Por medio de estos actos, enseñamos los principios ‘básicos’ de la fe.  ¿Quién puede administrar el bautismo sin explicar los significados que encontramos en el Nuevo Testamento—limpieza, renacimiento, nueva creación?  Y ¿quién puede administrar la Cena del Señor—la Comunión—sin recordar esa noche cuando nuestro Señor partió pan con sus discípulos, sin explicar lo que hizo Jesús, el hijo de Dios, en la cruz por nosotros — tu y yo.  Hay un dicho, “la repetición es la madre del aprendizaje”. La repetición de estos actos santos es una manera de educar a nuestra gente, al pueblo de Dios; es una forma de recordar la vida, la crucifixión y aun el mensaje del evangelio de nuestro Señor.

Finalmente, en el ámbito de la educación reconocemos que no todos aprenden en la misma manera.  Algunos son aprendedores auditivos, otros visuales, y otros quinestésicos.  Así, la predicación sirve bien para los “oyentes".  Hoy en día, el PowerPoint ayuda mucho a los “visuales.”  ¿Y los quinestésicos?  Los quinestésicos aprenden por hacer con sus propias manos, por tocar y sentir.  Los sacramentos, las ordenanzas son momentos demasiados especiales para ellos.  Cuando no los practicamos con frecuencia estamos privándoles a un segmento de nuestra congregación de esta expresión y experiencia de la gracia de Dios. Sin perder de vista que el cumplimiento de dichas ordenanzas da unidad e identidad a las comunidades en Cristo, dándole a los miembros ese sentido de pertenencia a la Iglesia de Dios.

Por tanto, les animo a celebrar estos santos actos cristianos, tan importantes…porque al hacerlo, la Iglesia reclama su lugar como conducto de la gracia de Dios.  Amén.


(revisión 07/2017)

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