Había un tiempo en cuando metodismo fue un movimiento, y en un sentido, en muchas lugares, sigue como movimiento. Pero, debemos regresar un poquito y discutir lo que significa “movimiento” y la diferencia entre movimientos y instituciones/establecimientos.
Un movimiento es algo que se mueve…y cuando hablamos de movimientos entre los seres humanos, hablamos de grupos con un propósito pero un grupo que tiene la fluidez para adaptarse a las necesidades del momento; hablamos de grupos que tienen un liderazgo flexible y compartido; hablamos de un grupo que funciona bien sin una infraestructura de bloques y concreto…sin paredes. En la otra mano, una institución sucede cuando las ideologías, las prácticas y propósitos del movimiento son formalizados y cristalizados. Una institución tiene la tendencia ser más rígida y es más lento en adaptarse a las necesidades del momento; el liderazgo es menos flexible y centrado en pocas personas; la institución demanda infraestructura…de bloques y concreto, un lugar fijo. El enfoque del movimiento es su crecimiento y el esparcimiento de sus enseñanzas y prácticas; el enfoque de la institución es su propia mantenimiento—o, en otras palabras, el movimiento está enfocado afuera, y la institución está enfocado adentro.
Aquí es una traducción de un artículo que encontré en la revista, Fronteras de Misión, Vol.33, no.5. El artículo se llama, “Por que Metodismo Cesó Ser un Movimiento,” y es escrito por dos amigos míos, Frank Decker y Darrell Whiteman, co-obreros míos en La Sociedad de la Misión:
“La renovación wesleyano estimuló la transformación de una generación, y es bien conocido por su énfasis equilibrado entre el haciendo práctico de discípulos y un ministerio ardiente entre aquellos en necesidad material. Sin embargo, hacía el fin del Siglo XIX los metodistas tomaron dos decisiones significados lo que causaron decrecer un énfasis en el anterior (haciendo discípulos). Fue decidido oficialmente que la membrecía en un grupo pequeño (las reuniones de clases) no sería requerida no más por membrecía en la iglesia. Esto fue desafortunado porque estaba en las reuniones de clases que pasaron el ánimo y capacitación verdaderamente práctico, lo que Wesley llamó “cuidando uno al otro en amor,” y lo que permitió la transformación en las vidas de los creyentes en una manera que la asistencia únicamente en una reunión más grande del domingo no pudo proveer. El otro cambio fue un énfasis en educación formal del seminario en vez del énfasis anterior del desarrollo de liderazgo por un proceso sencillo. En el principio del metodismo, alguien pudo subir del nivel de miembro de la clase hasta el nivel de predicador itinerante, pero el énfasis subsecuente en una educación más formal resultó en una “profesionalización” del ministerio. Muchas iglesias hoy en día han adoptado estos dos aspectos del ministerio para su detrimento. Según Mark Nysewander en No Más Espectadores, estos dos “cambios de política” son lo que causó la cesación de ser movimiento el metodismo hace un siglo. No obstante, el ejemplo de los primeros metodistas queda como un patrón excelente por una misión holística hoy en día” (mi traducción).
Muchas veces pasa en la plantación de la iglesia hoy en día. Nosotros, como humanos, tenemos prisa en “establecer” una iglesia…. Corremos a través el tiempo importantísimo del movimiento. Y cuando tenemos esa prisa, perdimos algo sin precio, algo clave en el desarrollo de la Iglesia. En verdad, hay un movimiento (no institución!) ahora que se llama “La Iglesia Sencilla”…un movimiento lo que está tratando re-capturar la vida, la falta de estructura, la fluidez, el liderazgo compartido de la Iglesia primordial, del Metodismo en el Siglo XIX. En efecto, este movimiento (por casualidad, sin etiqueta de denominación!) está buscando y recuperando algo fluido, algo viviente, algo lleno de entusiasmo, algo de compañerismo y de poder/liderazgo compartido, dejando atrás las practicas y elementos institucionales más rígidos, auto-enfocados, preocupados más en si mismo que en la misión de Dios.
Lo que aprendemos en un gran repaso de la historia de la Iglesia es que nada…nada…NADA puede robar la Iglesia de nuestro Señor de su vida y poder. A pesar de nuestras mejores intenciones como humanos en la formación de instituciones, Dios puede avanzar Su causa…Su propósito…Su Reino. Siempre Dios llama a las personas que tienen un corazón por Él. Siempre Dios llama su gente ser fiel y apasionada por Él y por Su propósito. En la misma manera en que Dios llamó a Juan Wesley, un sacerdote de la Iglesia Anglicana, para llamar Su gente a una fe viviente, a una práctica nueva, a la formación de un movimiento…en la misma manera, Dios puede llamar a alguien entre Su gente ‘atrapada’ en una institución para salir, para llamar la gente de Dios a re-comprometerse al propósito de Dios, a la misión de Dios…para caminar en el camino del Señor…para formar un movimiento nuevo.
Oro que la Iglesia de Dios sería siempre renovada, replantada, resucitada…generación tras generación.
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